La costa asturiana depara sorpresas constantemente, como los llamados bufones: un auténtico gozo para los sentidos. Se escucha el mar respirar, bramar, lo vemos saltar por encima de nuestras cabezas en una nube de gotas ínfimas, con un resoplido o bufido final que resulta estremecedor y que hace vibrar los acantilados bajo nuestros pies.
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